lunes, 21 de noviembre de 2016

Tribulaciones de sexagenarios que no aprendieron a vivir

Cuando una persona alcanza cierta edad, nota que la propia vida ha dado un giro, y comienza entonces un camino diferente. No todos lidian con esa experiencia del mismo modo, pero algunos lo hacen de modo más patético que otros.

Sobre eso versa Babylone, la novela de Yasmina Reza que ganó el Renaudot de este año. Los protagonistas de la historia son Elisabeth Rainguez y Jean-Lino Manoscrivi. Ella es una ingeniera que trabaja en el prestigioso Instituo Pasteur; él es un personaje pintoresco (probablemente la caricatura de alguien real), hijo de unos judíos italianos que inmigraron a Francia en épocas distintas. Ambos viven en París, en el ficticio barrio de Deuil-l'Alouette, en el mismo edificio. Los dos tienen una costumbre que los acerca: evitar el ascensor y subir a sus hogares a través de las escaleras –ella porque quiere realizar un poco de actividad física, él porque cultiva cierto temor frente a ese tipo de artefacto. Gracias a ello, ambos entablan algo así como una ligera amistad, pues cada viaje vertical compartido incluye una charla breve y agradable.

Elisabeth está casada con Pierre Jauze, un hombre de clase media bastante común y corriente. Jean-Lino, por su parte, es pareja de Lydie Gumbiner, una cantante de jazz amateur que se dedica a ofrecer terapias alternativas a quien la contacte. Elisabeth cultiva una admiración hacia el libro The Americans del fotógrafo judío Robert Frank, esa famosa y sombría mirada del lado opaco del sueño americano. Jean-Lino vive bajo la pesadumbre del salmo 137, única instrucción religiosa que recibió de su padre, aquel que empieza diciendo: “Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos, y llorábamos al acordarnos de Sión.” Esas dos obras son el motivo conductor de la novela: la constatación de que la tristeza y la soledad son parte esencial del paisaje cotidiano del Nuevo Mundo, y la idea de que, mientras los hebreos permanezcan exiliados en Babilonia, no podrán cantar y bailar alegres.

Reza se toma el primer tercio de la novela para presentar a sus personajes. Durante ese movimiento, ocurre que Pierre y Elisabeth ofrecen una fiesta en su casa por el inicio de la primavera, a la cual asisten amigos, colegas y vecinos del matrimonio. Concluida la reunión, llega el momento que va a consumir las dos partes restantes del libro: Jean-Lino llama a la puerta del matrimonio Jauze para comentarles que acaba de estrangular a su mujer, luego de que una discusión trivial sobre un tema banal se descarrilase. Ella está muerta y él quiere saber si ellos pueden ayudarlo a deshacerse del cadáver.

Babylone obliga al lector a atravesar un túnel de diálogos, ya que Reza es famosa por su trabajo como dramaturga más que como novelista (piezas como Art y Le dieu du carnage le han permitido conocer el éxito a nivel internacional). Sin embargo aquí el diálogo no corre con la fluidez con la que lo haría en el teatro, sino que más bien gira en torno a si mismo como quien busca construir una serie de viñetas que luego serán yuxtapuestas por si solas.

Tras leer la novela, comprendemos que los jueces del Renaudot han premiado una fábula sobre gente anciana que no sabe bien qué hacer con su vida. No un noble elogio a la senectud, sino un cuento sobre las dudas existenciales de una teatrista.

* Reza, Yasmina. Babylone. Flammarion, París, 2016, 20

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