domingo, 22 de noviembre de 2015

La historia del kibutz de la calle Grenelle

Los Boltanski son un clan de intelectuales de Francia, que desde hace décadas mantienen un rol protagónico en la vida cultural del país. Se podría decir que todo comenzó con el abuelo Étienne Boltanski, un respetado médico, y su esposa, Myriam, una activista comunista y escritora de novelas que firmaba con el seudónimo de Annie Lauran. Continuó luego con sus hijos Jean-Élie, el lingüista, Luc, el sociólogo, y Christian, el pintor y escultor. Y prosiguió con los nietos Ariane y Christophe, conocidos respectivamente por ser la una historiadora y el otro, un periodista.

Precisamente fue este último quien decidió relatar la historia de la familia, pero sin emplear el tono autocelebratorio que ya había utilizado su tío Christian al escribir La vie possible de Christian Boltanski junto a Catherine Grenier en el 2006. La cache (ganadora del premio Femina de este año) es una novela que narra la saga familiar de los Boltanski pretendiendo aludir a los secretos, las cicatrices y los códigos íntimos de los protagonistas, pero sin llegar nunca a develarlos completamente.

Si bien los primeros Boltanski en pisar Francia lo hicieron durante el siglo XIX tras abandonar a aquella Odessa que tan poco amable era con los judíos, de ese pasado parece haber quedado sólo un viejo samovar. Por ese motivo el punto de inicio de la historia de los Boltanski es en realidad la Segunda Guerra Mundial.

La mansión familiar de la calle Grenelle –situada en el séptimo distrito de París– no es sólo un decorado en esta historia: según el narrador, más allá de que la vivienda sea parte de una de las zonas más lujosas de la Ciudad Luz, el lugar funcionó como un universo cerrado, donde los niños, hacinados, aprendieron lo que es la frugalidad y el sacrificio.  

La cache se estructura siguiendo el plano de la casa Boltanski, haciendo que cada capítulo equivalga a la apertura de una nueva puerta, detrás de la cual se esconden las historias que forjaron la mentalidad de los intelectuales (el artificio de utilizar la casa de los abuelos para contar la historia propia ya lo empleó Thomas Clerc en su novela Intérieur de 2013). Durante aquella famosa guerra en la que los judíos fueron particularmente hostigados en Europa, el abuelo Étienne gestionó su propia desaparición. Así se divorció de su mujer y se alejó de la casa familiar haciendo el suficiente ruido para que los vecinos lo notasen. Sin embargo, cual Anna Frank, nunca habría dejado el hogar al que pertenecía. Ese acto de exilio del mundo al que se sometió el patriarca para salvar su pellejo es el corazón mismo de la novela del redactor de Le Nouvel Observateur: semejante experiencia habría marcado en profundidad a los Boltanski y todo lo valioso que los intelectuales de la familia le aportaron a la cultura francesa sería de algún modo un producto oblicuo de ese episodio.

De cualquier manera, más allá de la espectacular historia de Étienne, el personaje mejor delineado en toda la novela es Myriam, la “Mamá Grande”. Víctima de una poliomielitis que le dejó problemas de motricidad, esta mujer aparentemente admirable despreciará e ignorará a su enfermedad, mostrándose como un espíritu indoblegable. Será ella quien dirigirá el kibutz de la calle Grenelle, formando el carácter de esos pequeños que luego crecerán hasta devenir los mandarines de la cultura francesa que son ahora.

La historia de La cache sería verdadera (los personajes, al menos, existen como seres de carne y hueso), empero el relato no podía ser más que una novela. Los recuerdos de un niño mezclados con las historias de los más grandes componen un cuadro impresionista, rico de luces y de sombras. Christophe Boltanski escribió la novela de su tribu abrazando a los fantasmas del pasado para darles un poco más de vida en el presente.

* Boltanski, Christophe. La cache. Stock, París, 2015, 20

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