viernes, 24 de octubre de 2014

La negra provincia

Una manera de entender el triunfo del Front National es a partir de la contraposición entre París y el resto de Francia. Francia es un país centralista en el que su capital aparece como una suerte de mundo aparte, con un ritmo de vida y una serie de códigos que son propios de ahí y ajenos al resto del país. Esa dicotomía es más una representación del imaginario popular que una realidad, pero la tentación de ver una Metrópolis internacionalista y glamorosa enfrentada a una provincia obscurantista y pacata es increíblemente tentadora para muchos.  

“Varbarie”

Actualmente el voto del FN se concentra en dos zonas del Hexágono: el Sudeste y el Noreste. La prensa habla de la existencia de feudos nacionalistas en esas áreas. Var sería uno de ellos.

Bernard Turle, un nativo de la región, publicó este año Autopsie d’une inquiétude, un ensayo en el que pretende analizar el éxito de los nacionalistas en la tierra en la que creció.

El libro es uno más de los textos sobre la “modernidad hexagonal” penetrando en Provenza. Relata el drama de una generación que ha padecido cuarenta años de desterritorialización: el conflicto por la creación de la represa de Sainte-Croix, la sobreurbanización de la costa, la reducción de los campos productivos para dejar lugar al desarrollo inmobiliario, la radicación de numerosos pied-noirs expulsados de Argelia, la turistificación del paisaje, todo ello –según Turle– habría destruido al alma provenzal. Ese mundo agrícola en el que él creció, lleno de árboles frutales y viñedos, habitado por cafés al aire libre y por calles repletas de gente después de las ocho de la noche, se extinguió a lo largo de las últimas décadas para dar paso a un universo constituido por familias atrincheradas en sus hogares alrededor del fulgor azul de los televisores. El acento occitano ha huido, el Var orgullosamente republicano finalmente ha fallecido.

Para Turle esa deformación de la identidad provenzal es lo que abonó el terreno para el advenimiento del FN. Pese a que el autor no tiene una opinión favorable del partido liderado por Marine Le Pen, Autopsie d’une inquiétude no demoniza a los nacionalistas. Más bien critica con sobrada ironía a los viejos políticos de la región que, sabiendo que estaba destruyendo el equilibro de Var, jamás se detuvieron. Su codicia pudo más.

El Var está poblado por numerosos jubilados y pequeños burgueses propietarios de casas de veraneo, como también por desempleados que padecieron de los nefastos efectos de la gentrificación. Todos ellos están dispuestos a votar al FN actualmente: unos porque están preocupados por la inseguridad, el abuso fiscal y la inmigración afroislámica, y los otros porque ven en el nacionalismo a la única fuerza política de la actualidad que prioriza la búsqueda de soluciones para su sufrimiento en lugar de plantear tonterías sobre la libertad de fumar en el auto, permitir que los homosexuales se casen o bombardear Siria.  

* Turle, Bernard. Autopsie d’une inquiétude. François Bourin Éditeur, París, 2014, 15

Los más negros entre los blancos

El Noreste de Francia es el otro bastión electoral con el que cuenta el FN por estos días. Brachay, un pueblito de esa región en el que habitan apenas unas 60 personas, se erige como ejemplo perfecto de comuna nacionalista. Allí los frontistas mandan: en cada elección el porcentaje de votos que reciben es enorme. ¿Cómo vive, piensa y siente esa gente que con tanto orgullo adhiere al partido de Marine Le Pen?

Thierry Beinstingel se propuso contestar esa pregunta, pero para ello no planteó la elaboración de un estudio sociológico sino que optó por seguir el camino de la reflexión en formato de novela. Así nació Faux nègres.

El protagonista de la historia es Pierre, un periodista que tras vivir los últimos veinte años de su vida entre Yemen, Siria e Irán, regresa a Francia para reincorporarse al mundo occidental. Instalado en París, su jefe lo envía a la región de Champaña-Ardenas para que realice un reportaje sobre un pueblo en donde un partido de ultraderecha ha arrasado en las urnas. Acompañado por un asistente ciego, se instala en un hotelucho y comienza a recorrer la localidad para entrevistarse con la gente que encuentra. (No creo que sea casual la familiaridad de ese escenario con la novela Nieve del turco Orhan Pamuk.)

Entre las opiniones sobre Francia que el narrador vierte, aparecen viejos agricultores, adolescentes enamorados, amas de casas, hombres sin dientes, políticos energúmenos y otros personajes que hablan del pasado y lo contrastan con el presente en el que viven. También Arthur Rimbaud, Gustave Flaubert, Jules Ferry, el General Boulanger y otras figuras históricas son evocadas a lo largo de la novela para escrutar el desarrollo de la vida francesa en los rincones.  

Beinstingel denuncia el uso excesivo y repetitivo que los franceses hacen de su historia para justificar el presente; también lamenta la visible decadencia del vocabulario político y la liviandad argumental con la que se llevan a cabo los debates públicos. En la falta de unificación nacional cree el autor ver una de las fuentes principales de los problemas en Francia; la otra fuente sería el culto a la mediocridad.  

Faux nègres progresa a través de una centena de capítulos breves. Esa fragmentación es un tanto agotadora para el lector, pues a veces genera la idea de que se está caminando en círculos. Beinstingel introduce diversos pastiches, algunos inspirados en Rimbaud, otros en la neolengua de los tecnócratas que gobiernan. También describe escenarios, situaciones y personajes con un exceso de detalles, como intentando dar la impresión de que el libro es una radiografía del país. La discusión política que abre el libro se termina diluyendo a favor de la postal provinciana: la miseria intelectual, según Beinstingel, explicaría por qué el Front National puede aún hoy en día ganar elecciones.

* Beinstingel, Thierry. Faux nègres. Fayard, París, 2014, 20 €

El nuevo mapa y el viejo territorio

Libro a libro, Christophe Guilluy se dedica a pulverizar la imagen de la tranquila Francia de los cafés adornados con sombrillas. La France périphérique, la última obra del geógrafo, denuncia algo que no es novedoso: las clases populares francesas, es decir la gente que habita en los cinturones urbanos de las grandes ciudades y en las pequeñas poblaciones rurbanas, ya no simpatizan con una izquierda que se la pasa predicando sobre la importancia de respetar a la diversidad. Sin embargo lo original del libro es que el estudio socioespacial de las inequidades que Guilluy realiza demuestra que existe un asunto étnico detrás del apoyo al Front National, algo que la casta partidocrática francesa siempre se ha negado a aceptar.

En la “Francia periférica” habita actualmente el 60% de la población del país. Obreros, empleados, comerciantes y, claro, desempleados, componen ese porcentaje de franceses que residen en zonas ahora desindustrializadas. Guilluy señala que aquellas personas viven en una Francia desconectada de la Metrópolis, y ello se manifiesta en la privación que diariamente sufren de los servicios sociales elementales, del transporte eficiente y de la calidad educativa. Expulsados de las grandes ciudades por la presión inmobiliaria, las clases populares se atrincheran en zonas alejadas de los polos de empleo y desarrollan una cultura propia, basada, fundamentalmente, en la nostalgia por el pasado.

A esa Francia de los olvidados es a la que Marine Le Pen le habla en sus discursos. Es una contra-sociedad que cuestiona los planes de la mundialización económica. Ese mundo sin fronteras, sin clases sociales, sin identidad y sin conflictos con el que sueñan los progresistas sólo puede existir allí donde la maquinaria económica funciona, y la Francia periférica no es el caso. 

Guilluy sostiene que, por primera vez en la historia, las clases populares no están creando la riqueza (ya que, hoy en día, la crematística y el rentismo han conquistado el escenario económico). El nuevo mapa electoral francés responde a esa realidad: actualmente se ve crecer al polo del extremismo –el voto al FN– como también al del abstencionismo sin que nadie haga demasiado para detenerlo. En las clases populares la división entre izquierda y derecha carece ya de significado, pues, sacrificados ante el altar de una globalización multicultural, se hayan excluidos de la cuestión política. Mientras los beneficiarios del sistema vigente insisten en votar al PS o a la UMP, las víctimas de las inequidades se vuelcan a favor del FN. Los ancianos, curiosamente, son los que más apoyo le dan a los partidos tradicionales, ya que estos les garantizan privilegios que están ausentes en la población económicamente activa.  

La paradoja (y el encanto) de La France périphérique es que Guilluy escribe para advertirle a la izquierda sobre sus falencias, pero termina legitimando el discurso identitario que circula hoy en Francia como la renovación del viejo nacionalismo. Así el libro se convierte en un testimonio de la existencia del racismo anti-blanco, del silenciamiento perverso de las mayorías y del poder nefasto de las élites globalistas.

* Guilluy, Christophe. La France périphérique. Comment on a sacrifié les classes populaires. Flammarion, París, 2014, 18 €

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