Una manera de entender el triunfo del Front National es a
partir de la contraposición entre París y el resto de Francia. Francia es un
país centralista en el que su capital aparece como una suerte de mundo aparte,
con un ritmo de vida y una serie de códigos que son propios de ahí y ajenos al
resto del país. Esa dicotomía es más una representación del imaginario popular
que una realidad, pero la tentación de ver una Metrópolis internacionalista y
glamorosa enfrentada a una provincia obscurantista y pacata es increíblemente
tentadora para muchos.
“Varbarie”
Actualmente el voto del FN se concentra en dos zonas del
Hexágono: el Sudeste y el Noreste. La prensa habla de la existencia de feudos
nacionalistas en esas áreas. Var sería uno de ellos.
Bernard Turle, un nativo de la región, publicó este año Autopsie d’une inquiétude, un ensayo en
el que pretende analizar el éxito de los nacionalistas en la tierra en la que
creció.
El libro es uno más de los textos sobre la “modernidad
hexagonal” penetrando en Provenza. Relata el drama de una generación que ha
padecido cuarenta años de desterritorialización: el conflicto por la creación
de la represa de Sainte-Croix, la sobreurbanización de la costa, la reducción
de los campos productivos para dejar lugar al desarrollo inmobiliario, la
radicación de numerosos pied-noirs
expulsados de Argelia, la turistificación del paisaje, todo ello –según Turle– habría
destruido al alma provenzal. Ese mundo agrícola en el que él creció, lleno de
árboles frutales y viñedos, habitado por cafés al aire libre y por calles
repletas de gente después de las ocho de la noche, se extinguió a lo largo de
las últimas décadas para dar paso a un universo constituido por familias
atrincheradas en sus hogares alrededor del fulgor azul de los televisores. El
acento occitano ha huido, el Var orgullosamente republicano finalmente ha
fallecido.
Para Turle esa deformación de la identidad provenzal es
lo que abonó el terreno para el advenimiento del FN. Pese a que el autor no
tiene una opinión favorable del partido liderado por Marine Le Pen, Autopsie d’une inquiétude no demoniza a
los nacionalistas. Más bien critica con sobrada ironía a los viejos políticos
de la región que, sabiendo que estaba destruyendo el equilibro de Var, jamás se
detuvieron. Su codicia pudo más.
El Var está poblado por numerosos jubilados y pequeños
burgueses propietarios de casas de veraneo, como también por desempleados que
padecieron de los nefastos efectos de la gentrificación. Todos ellos están
dispuestos a votar al FN actualmente: unos porque están preocupados por la
inseguridad, el abuso fiscal y la inmigración afroislámica, y los otros porque
ven en el nacionalismo a la única fuerza política de la actualidad que prioriza
la búsqueda de soluciones para su sufrimiento en lugar de plantear tonterías
sobre la libertad de fumar en el auto, permitir que los homosexuales se casen o
bombardear Siria.
* Turle, Bernard. Autopsie d’une inquiétude. François Bourin Éditeur, París, 2014, 15 €
* Turle, Bernard. Autopsie d’une inquiétude. François Bourin Éditeur, París, 2014, 15 €
Los más negros
entre los blancos
El Noreste de Francia es el otro bastión electoral con el
que cuenta el FN por estos días. Brachay, un pueblito de esa región en el que
habitan apenas unas 60 personas, se erige como ejemplo perfecto de comuna
nacionalista. Allí los frontistas mandan: en cada elección el porcentaje de
votos que reciben es enorme. ¿Cómo vive, piensa y siente esa gente que con
tanto orgullo adhiere al partido de Marine Le Pen?
Thierry Beinstingel se propuso contestar esa pregunta,
pero para ello no planteó la elaboración de un estudio sociológico sino que
optó por seguir el camino de la reflexión en formato de novela. Así nació Faux nègres.
El protagonista de la
historia es Pierre, un periodista que tras vivir los últimos veinte años de su
vida entre Yemen, Siria e Irán, regresa a Francia para reincorporarse al mundo
occidental. Instalado en París, su jefe lo envía a la región de
Champaña-Ardenas para que realice un reportaje sobre un pueblo en donde un
partido de ultraderecha ha arrasado en las urnas. Acompañado por un asistente
ciego, se instala en un hotelucho y comienza a recorrer la localidad para
entrevistarse con la gente que encuentra. (No creo que sea casual la
familiaridad de ese escenario con la novela Nieve
del turco Orhan Pamuk.)
Entre las opiniones sobre
Francia que el narrador vierte, aparecen viejos agricultores, adolescentes
enamorados, amas de casas, hombres sin dientes, políticos energúmenos y otros
personajes que hablan del pasado y lo contrastan con el presente en el que
viven. También Arthur Rimbaud, Gustave Flaubert, Jules Ferry, el General
Boulanger y otras figuras históricas son evocadas a lo largo de la novela para
escrutar el desarrollo de la vida francesa en los rincones.
Beinstingel denuncia el uso excesivo y repetitivo que los
franceses hacen de su historia para justificar el presente; también lamenta la
visible decadencia del vocabulario político y la liviandad argumental con la
que se llevan a cabo los debates públicos. En la falta de unificación nacional
cree el autor ver una de las fuentes principales de los problemas en Francia;
la otra fuente sería el culto a la mediocridad.
Faux nègres progresa a través de una centena de capítulos breves. Esa fragmentación es un tanto agotadora para el lector, pues a veces genera la idea de que se está caminando en círculos. Beinstingel introduce diversos pastiches, algunos inspirados en Rimbaud, otros en la neolengua de los tecnócratas que gobiernan. También describe escenarios, situaciones y personajes con un exceso de detalles, como intentando dar la impresión de que el libro es una radiografía del país. La discusión política que abre el libro se termina diluyendo a favor de la postal provinciana: la miseria intelectual, según Beinstingel, explicaría por qué el Front National puede aún hoy en día ganar elecciones.
* Beinstingel, Thierry. Faux nègres. Fayard,
París, 2014, 20 €
El nuevo mapa y el viejo territorio
Libro a libro, Christophe Guilluy se
dedica a pulverizar la imagen de la tranquila Francia de los cafés adornados
con sombrillas. La France
périphérique, la última obra del geógrafo, denuncia algo que no es
novedoso: las clases populares francesas, es decir la gente que habita en los
cinturones urbanos de las grandes ciudades y en las pequeñas poblaciones
rurbanas, ya no simpatizan con una izquierda que se la pasa predicando sobre la
importancia de respetar a la diversidad. Sin embargo lo original del libro es
que el estudio socioespacial de las inequidades que Guilluy realiza demuestra
que existe un asunto étnico detrás del apoyo al Front National, algo que la
casta partidocrática francesa siempre se ha negado a aceptar.
En la “Francia periférica” habita
actualmente el 60% de la población del país. Obreros, empleados, comerciantes
y, claro, desempleados, componen ese porcentaje de franceses que residen en
zonas ahora desindustrializadas. Guilluy señala que aquellas personas viven en
una Francia desconectada de la
Metrópolis , y ello se manifiesta en la privación que diariamente
sufren de los servicios sociales elementales, del transporte eficiente y de la calidad
educativa. Expulsados de las grandes ciudades por la presión inmobiliaria, las
clases populares se atrincheran en zonas alejadas de los polos de empleo y
desarrollan una cultura propia, basada, fundamentalmente, en la nostalgia por
el pasado.
A esa Francia de los olvidados es a la
que Marine Le Pen le habla en sus discursos. Es una contra-sociedad que
cuestiona los planes de la mundialización económica. Ese mundo sin fronteras,
sin clases sociales, sin identidad y sin conflictos con el que sueñan los
progresistas sólo puede existir allí donde la maquinaria económica funciona, y la Francia periférica no es
el caso.
Guilluy sostiene que, por primera vez
en la historia, las clases populares no están creando la riqueza (ya que, hoy
en día, la crematística y el rentismo han conquistado el escenario económico).
El nuevo mapa electoral francés responde a esa realidad: actualmente se ve crecer
al polo del extremismo –el voto al FN– como también al del abstencionismo sin
que nadie haga demasiado para detenerlo. En las clases populares la división
entre izquierda y derecha carece ya de significado, pues, sacrificados ante el
altar de una globalización multicultural, se hayan excluidos de la cuestión
política. Mientras los beneficiarios del sistema vigente insisten en votar al
PS o a la UMP , las
víctimas de las inequidades se vuelcan a favor del FN. Los ancianos,
curiosamente, son los que más apoyo le dan a los partidos tradicionales, ya que
estos les garantizan privilegios que están ausentes en la población
económicamente activa.
La paradoja (y el encanto) de La France périphérique
es que Guilluy escribe para advertirle a la izquierda sobre sus falencias, pero
termina legitimando el discurso identitario que circula hoy en Francia como la
renovación del viejo nacionalismo. Así el libro se convierte en un testimonio
de la existencia del racismo anti-blanco, del silenciamiento perverso de las
mayorías y del poder nefasto de las élites globalistas.
* Guilluy,
Christophe. La France périphérique.
Comment on
a sacrifié les classes populaires. Flammarion, París, 2014, 18 €
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