viernes, 13 de mayo de 2011

La oportunidad regional

Ch’timi...

En 2008 se estrenó en Francia la comedia Bienvenue chez les ch’tis, protagonizada por el argelino Kad Merad y por el judío Dany Boon. El argumento de la película es muy divertido: Philippe Abrams (Kad Merad) es el encargado de una oficina de correos en la preciosa ciudad de Salon-de-Provence, al sur de Francia; Julie (Zoé Félix), su mujer, padece episodios depresivos que convierten la vida de Philippe en un verdadero infierno; en un intento por animarla, Philippe trata que los trasladen a la Riviera francesa, pero terminan enviándolo a una pequeña ciudad en el norte de Francia llamada Bergues; los Abrams, por supuesto, son el arquetipo de la gente del sur que siente horror por el norte del país, un lugar que juzgan inhóspito, donde creen que siempre hace frío y en el que suponen que se habla un dialecto enrevesado e incomprensible (el “ch’ti” del título, conocido también como “picardo”); así que Philippe irá solo a su destino, dejando atrás a su mujer, sufriendo una especie de castigo por su mala suerte; sin embargo, para su sorpresa, Philippe encuentra que el lugar es absolutamente encantador y que la gente con la que trabaja es cariñosa, amable y acogedora, al punto tal de entablar una muy buena y sincera amistad con Antoine (Dany Boon), el cartero del pueblo; de todas formas, a su mujer, de la que está distanciado, y que habita en su localidad de origen, le asegura que vive en un auténtico infierno, con el fin de despertar su compasión; lo consigue hasta el día en que ella anuncia que va a acudir a visitarlo; a Abrams, entonces, no le queda más remedio que pedirle a sus nuevos amigos y vecinos que interpreten la farsa que él le ha contado a su mujer, y que se comporten de forma tosca y ridícula, como si fuesen provincianos incultos y retrógrados.

La película gozó de un éxito enorme, similar al que gozaron las comedias Le Père Noel est une ordure en 1982 o Les bronzés en 1978. ¿A qué se debió? Difícil determinarlo con exactitud, pero es posible que en un mundo de globalización capitalista, la recuperación de los valores regionales resulte un elemento más que atrayente para el público, que se vuelca masivamente hacia sus raíces, su identidad y sus tradiciones en contra de las imposturas del mercado.

... moi non plus

Au bistro du coin tiene el mérito de ser la primera película francesa doblada en siete dialectos regionales distintos: alsaciano, vasco, bretón, picardo, corso, occitano y creole. Sin embargo todo mérito cinematográfico acaba allí.

La decisión de multiplicar los doblajes surgió, aparentemente, como una propuesta del protagonista Fred Testot, quien tras matizar su actuación con algunos detalles de la idiosincracia corsa sugirió que la obra fuese vertida al dialecto de Córcega donde, muy probablemente, dicho gesto sería apreciado; el productor, Sébastien Fechner, no sólo aprobó la idea de Testot, sino que además la amplío. Los resultados, lamentablemente, fueron catastróficos.

La crítica ha sido unánime al evaluar a Au bistro du coin: es una obra fallida. Los subsidios que recibieron de siete gobernaciones diferentes para transformar el idioma de la película no han alcanzado para paliar la pobre calidad de la misma.

Au bistro du coin intenta seguir a Bienvenue chez les ch’tis, pero la mayor diferencia es que la segunda película es una divertida comedia y la primera no sé sabe bien qué es. Su argumento gira en torno a un grupo de buenos vecinos franceses que, movidos por la siempre aglutinante solidaridad, deciden realizar un espectáculo caritativo en un bar barrial (“el bar de la esquina” al que alude el título de la película) en favor de un sans domicile fixe del vecindario.

La película se asemeja al menos a otras dos películas que la memoria se negará a retener al cabo de un tiempo de contempladas: La fête des voisins (por algunos giros argumentales) y Toi, moi, les autres (por reciclar la misma escenografía). Au bistro du coin resulta tan chabacanamente costumbrista, tan carente de diálogos ingeniosos o de personajes interesantes, tan vacía de intriga y descoordinada de ritmo, que el espectador notará que la historia del espectáculo amateur que los personajes llevan a cabo es una suerte de turbia referencia acerca de un grupo de actores más o menos reconocidos en el mundo cinematográfico del Héxagono llevando a cabo un proyecto amateur.

Muchos franceses miran preocupados el retroceso y la extinción de los “bares de la esquina” (junto al desvanecimiento de sus valores) frente a la ofensiva de las cadenas comerciales como Starbucks. Sin embargo, a muchos de esos mismos franceses no les importa en lo más mínimo la desaparición de todas las cinematecas del mundo de esta cinta que criticamos que ha sido llamada “ejercicio de bufonería” y “obra maestra de lo franchouillard” [la palabra “franchouillard” es un término del argot francés, que alude a todo aquello que se hace para honrar a Francia pero que, a causa de su mal gusto y su exageración, termina humillándola, o más bien termina humillando a quienes se creen irrebatibles franceses].

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